El COVID-19 rara vez se propaga a través de superficies: ¿por qué seguimos desinfectando?

Cuando Emanuel Goldman fue a su supermercado local del estado de Nueva Jersey en marzo pasado, no se arriesgó. Los informes de casos de COVID-19 estaban apareciendo en todo Estados Unidos, por lo que se puso guantes para evitar superficies contaminadas y usó una máscara para evitar inhalar pequeñas gotas cargadas de virus de otros compradores. En ese momento, no se recomendaban guantes ni máscaras.

Luego, a fines de marzo, un estudio de laboratorio mostró que el coronavirus SARS-CoV-2 podía persistir en plástico y acero inoxidable durante varios días. Eso provocó titulares sorprendentes y una gran cantidad de consejos sobre cómo descontaminar todo, desde pomos de puertas hasta comestibles. También pareció confirmar la guía emitida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en febrero que el virus que causa COVID-19 puede propagarse a través de superficies contaminadas, conocidas como fómites.

En mayo, la OMS y las agencias de salud de todo el mundo recomendaban que las personas en entornos comunitarios comunes (casas, autobuses, iglesias, escuelas y tiendas) limpiaran y desinfectaran las superficies, especialmente aquellas que se tocan con frecuencia. Las fábricas de desinfectantes trabajaban las veinticuatro horas del día para satisfacer la gran demanda.

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